Todo siempre depende de quién lo mire

Hola a todos! Hacía ya bastante tiempo que no publicaba… Esta vez vengo a compartirles una reflexión recién salida del horno…
Espero que la disfruten!
Saludos! :)

A cada momento me convenzo más de que las cosas no son absolutas en lo más mínimo.

Realmente no importa qué sea lo que hagamos. Siempre, definitivamente siempre, alguien nos va a poder decir que está mal o que no deberíamos estar haciéndolo. En el peor de los casos, podría llegar a variantes de “me hace mal que hagas eso”.

Entonces, ahí viene la pregunta… ¿Qué debemos hacer nosotros?

Dejémoslo flotando unos segundos mientras probamos con otra perspectiva…

Charlamos la misma situación con otra persona. Y ahora ya no estamos tan seguros de que esté tan mal lo que hacemos… Esta nueva persona agregó su perspectiva a la situación y equilibró la balanza.

Entonces, de vuelta… ¿Qué debemos hacer nosotros?

Podríamos seguir eternamente consultando a toda la gente que nos rodea. La respuesta siempre sería la misma: algunas veces la balanza va a estar inclinada para un lado y otras para el otro. Sin excepción. Las personas que dicen que está mal, están completamente convencidas de esto. Pero también lo están las que dicen que está bien.

Afortunadamente, cada tanto, aparece alguien que evita opinar… Y que, en reemplazo, dice:

– ¿A vos qué te parece?
– Yyy… La verdad que no sé… Ya estoy confundido con todo lo que me dijeron todas las personas a las que les pregunté…
– ¿Y si esas personas no existieran? ¿Si no sintieras el peso de sus palabras, sus llantos y sus risas? ¿Qué sentirías? ¿Te sentirías lleno o vacío?

Y ahí es donde yace la verdadera respuesta.

Es completamente imposible vivir dejándonos llevar por las opiniones de los demás. Por más que lo intentemos, jamás, y esto es algo extremadamente importante, jamás vamos a poder dejar a todo el mundo satisfecho con nuestras decisiones.

Y no está mal que esto sea así. Cada uno tiene sus limitaciones y sus estructuras a la hora de “ver la realidad”. Y lo único que hacemos es proyectar constantemente lo que creemos que es o que debería ser la realidad sobre lo que realmente es la realidad. Entonces, a partir de eso, juzgamos algo como “bueno” o como “malo”. Incluso lo hacemos sobre las cosas que deberían ser claramente “neutras”. A todo le agregamos nuestro juicio.

¿Y hay algún “criterio correcto de ver la realidad” que debería ser tomado como referencia? La verdad que, después de muchas veces de plantearme esto, llegué a la conclusión de que no lo hay. De hecho, considero que, en verdad, la realidad es simplemente lo que uno quiere ver. Es más, la realidad es simplemente lo que uno se atreve a ver. Por lo tanto, no es ni buena ni mala, simplemente es.

¿Y uno debería poder ir haciendo lo que quisiera por la vida sin importarle nada ni nadie? Sí y no… Depende…

¿Y de qué depende? Principalmente, de dos cosas…

Primero, de qué sintamos nosotros al respecto. Si sentimos que “eso es lo que nos gustaría hacer”, ya estamos un paso adelante.

Y, segundo, de si afectamos en forma directa a otra persona.

Para hacerlo concreto: si yo decido usar remeras con muchos colores a la vez y viene alguien a decirme que le da bronca que la gente use remeras con muchos colores a la vez, entonces estoy afectando indirectamente a esa persona. El problema no es lo que yo hago sino lo que sus preconceptos opinan sobre lo que yo hago. Es decir, las consecuencias que se generan en su mente con respecto a lo que yo hago. E incluso los conceptos sociales de lo que está “bien visto” y lo que no.

Por otro lado, si yo decido, cada vez que me levanto darle un cachetazo a quien tenga al lado, ya estaría afectando directamente a esa persona. Porque ahí sí le estaría molestando lo que yo hago y no las consecuencias de lo que yo hago.

Entonces ya tenemos las dos normas básicas para hacer lo que querramos de nuestras vidas: estar contentos con nuestra decisión al momento de tomarla y no afectar a nadie en forma directa o, si lo hacemos, tratar de llegar al mejor consenso con los afectados.

¿Y listo? ¿Ahí termina la historia y con eso ya nadie nos va a volver a criticar? Jaja! No, en absoluto…

Siempre, sin importar lo que hagamos, va a haber alguien, en algún lugar del mundo, listo para criticarnos ni bien tenga oportunidad.

¿Y qué podemos hacer nosotros? Nada… En el mejor de los casos, escuchar las críticas, pasarlas por nuestro tamiz y decidir nosotros. Y, si decidimos que está bien lo que estamos haciendo, podemos hasta darnos el lujo de ignorar las críticas.

De hecho, partiendo de que vivimos en una “sociedad”, hay ciertas “normas implícitas de comportamiento” que son bastante castigadas cuando se rompen. Por ejemplo, si yo decidiera, en una cena de gala, ponerme a gritar incoherencias adelante de todos, eso no estaría muy bien visto. Y bueno, ahí está el arte en cada uno de saber pesar cuán dispuestos estamos a asumir algunas consecuencias por las cosas que hagamos que no le gusten a los demás contra cuántas ganas tengamos de hacerlas.

¿Y qué pasa si cambiamos de opinión? ¿No nos van a criticar? Claro que sí, y probablemente más que antes… Las personas que no nos habían criticado antes, probablemente pasen a hacerlo ahora y, las que sí lo habían hecho, sin duda van a venir a decir “¿Viste que tenía razón?”. Y listo, volvemos al caso de antes. Como mucho, podremos pedir disculpas, pero adentro nuestro vamos a saber que decidimos lo mejor que pudimos teniendo en cuenta nuestra forma de pensar en ese momento.

Todos somos personas recorriendo un camino de aprendizaje. Si fuéramos gurúes o seres ascendidos de otra dimensión, y “poseyéramos” la verdad absoluta, probablemente no estaríamos acá “simulando estar recorriendo el camino de todos”. Y, claramente, no cometeríamos errores y seríamos 100% felices. Entonces, como creo que prácticamente nadie puede venir a decir luego de una introspección profunda “yo estoy 100% feliz con mi vida y ya no tengo nada que cambiarle porque es absolutamente perfecta así como es”, tenemos que aceptar que cada uno hace su camino lo mejor que puede, tratando de molestar a la menor cantidad de gente posible en el paso y que, además de eso, tenemos derecho a cambiar de rumbo cada vez que lo consideremos necesario sin la necesidad de que todos nos estén gritando cada vez que no hacemos lo que “deberíamos”.

De vuelta, nadie que no cumpla con las condiciones que dije antes tiene un verdadero derecho a opinar. En el peor de los casos, podrá sugerir, dándole la opción al otro, pero jamás exigir. Por otro lado, si vemos que la otra persona está contenta con su decisión, si nos abstenemos de opinar para “transmitirle la experiencia”, aunque no lo creamos, le vamos a estar haciendo un bien dejándolo que descubra solo su camino. Quién nos dice que quizás encuentre una alternativa que nosotros aún no hayamos hallado siguiendo un camino similar…

Con el tiempo llegué a darme cuenta de que la “experiencia externa” o “experiencia transmitida” muy pocas veces sirve en lo que respecta a vivir. La mayoría de las veces son simples demostraciones de orgullo y hasta de inseguridad de las personas que la intentan transmitir, por un miedo oculto al “¿Y qué pasaría si yo estuviera equivocado? Se me caería el mundo abajo…”.

Todo esto, incluso aplica a las figuras históricas mundialmente criticadas. Sin distinción, hasta las más controvertidas. Siempre va a haber gente que las alabe y gente que las repudie. Realmente no importa qué hayan hecho. Y hay algo que es aún peor, y es que uno realmente no sabe qué hubiera hecho uno mismo (sin importar nuestra convicción actual) estando en las mismas condiciones que esa otra persona. Porque, por más que odiemos creerlo, probablemente hubiéramos hecho lo mismo. De algún modo, esa persona creyó que lo que estaba haciendo era su mejor o, quizás, única alternativa. Y, lo único que nos resta a nosotros, de creer que está mal lo que se hizo, es procurar no volver a repetirlo nosotros mismos.

Es realmente imposible criticar con criterio. Así que, ¿Por qué no dejar de hacerlo?

Como ya muchas veces se ha dicho: “No hay nada nuevo bajo el Sol”. Y esto que hoy estoy diciendo, sin duda que lo han dicho otras miles de personas en el mundo. Sin embargo, cada uno le agrega sus propios ingredientes y eso hace que quizás la misma receta de base a algunos les guste más preparada por una persona y a otros por otra. Ante todo: siempre diversidad de elección es mejor.

En fin, como diría Groucho Marx, “Estos son mis principios y, si no le gustan, tengo otros”. Jaja! Ahora, en serio… Como decía antes, estas son algunas conclusiones sobre el tema a las que llegué hasta este momento. Esto no quita que en un tiempo venga a escribir alguna idea mejorada sobre esto o hasta quizás algo que lo niegue totalmente. Gracias que sé lo que voy a hacer el próximo segundo, y no con demasiada seguridad…

Así parecen ser las cosas. No hay seguridades en las circunstancias. La única seguridad yace en saber que, a cada momento, siempre hicimos lo que nos hizo sentirnos más llenos y no aquello que “se suponía que debíamos hacer”.

Eso es fluir.

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